Hola:
Escribo desde México y hace un momento el ocio me llevó a
escribir el nombre de Matilde Aricega en el buscador y esto me llevó
al texto de su autoría Ignacio, mentiría si dijera que tenía el
antecedente del resto de autores que publica en su sitio web, de
todos solo tengo el vago recuerdo que me dejaron los siete años de
vida cuando conocí a la señora Matilde (la hermana Mati, como
cariñosamente la llama mi abuelo) durante los meses en los que los
huracanes son cosntantes en las costas de México, debió haber sido
el verano del '82. Una casa modesta en el puerto de Tampico, en
Tamaulipas al norte del país, lluvia intermitente y una mujer que ha
sido una referencia constante desde que tengo memoria. Doña Matilde,
una mujer que rozaba los sesenta años, (tal vez menos a ojos de
un niño cualquiera mayor de cuarenta luce exactamente igual que
alguien de noventa), una casa modesta, de dos pisos y en la cocina
de altos anaqueles la voz de "la hermana Matilde" sonaba exactamente
igual a la voz que escuchaba cada tarde en las grabaciones del
magnetófono desde la habitación de mi abuelo: pausada, enérgica con
un aire muy teatral. Aquellas grabaciones datan de los años sesenta
cuando mis abuelos comenzaron a incluirse en las reuniones
espiritualistas en las montañas de la sierras potosinas y
queretanas, allí la señora Matilde era la médium más respetada y la
lidereza del grupo. A través de su voz conocí lecciones de
personajes espirituales que se identificaban como Saulo de Tarso y
Ramatis, hasta otro que decía ser "el Divino Maestro" esas lecciones
o "comunicaciones" aún obran en mi poder como textos y grabaciones
fechadas por años y días. Desde el mundo de capella, hasta las
comunicaciones con marcianos, desde células madre depositadas en
úteros de primates, cíclopes, un continente perdido conocido como la
Atlántida, todo lo conocí - más a fuerza de imposición que por
iniciativa- en voz y dictados grabados de la señora Matilde.
Mis abuelos como muchos otros se entregaron sin cuestionar
a la disciplina que representaba la Señora Ariceaga, algunos
pagaron con sus vidas las citas constantes en los montes alejados
(el caso de miembros de una prominente familia de políticos)
otros más decidieron que el animismo y espiritismo eran una
buena vía para ganar dinero y se dedicaron a hacer limpias y
a alejar "seres del bajo astral" y algunos más como en el caso
de mi abuelo viven esperando el momento de los "días que ya
llegaron" del fin de la humanidad, de la huída a las montañas, -los
tiempos finales-, los cuales los dudo mucho que lleguen y de ser así
no creo que la gente que asistía a las reuniones de mediumnidad
pueda trepar monte alguno con 96 años encima (caso concreto de mi
abuelo). En casa la señora Matilde ha sido una figura de culto y muy
a mi pesar tengo que reconocerlo pero también es justo reconocer que
una disciplina que no se cuestiona tiende a viciarse y a
perder la virtud inicial pues al reducirse a una enseñanza de pocos
olvidando y hasta relegando al resto de la humanidad ya no llega al
fin último que es la enseñanza general. Por estos días hemos
recibido noticias del señor Fernández (esposo de doña Matilde)
acerca de que su estado de salud es grave y sufre de demencia senil,
ambos proceraron un hijo, dedicado a la música, las reuniones y
comunicaciones con seres espirituales cesaron hace muchos años, las
lecciones aún se distribuyen entre los más allegados a la señora
Ariceaga, son una compilación de lo que se ha dicho desde hace
cuatro décadas. Y hasta este punto solo me resta citar lo que alguna
vez leí en una de las citadas lecciones " no busques afuera lo que
tienes en tí". esta noche ha sido una sorpresa saber que un
investigador serio como usted ha estado relacionado con la obra de
la señora Matilde, que a alguien interesa el trabajajo de una mujer
que hizo de sus comunicaciones la obra de su vida, quien sabe, tal
vez a la vuelta del tiempo yo pueda entender que su labor tuvo más
trascendencia de la que yo ahora le puedo otorgar.
Agradezco la atención a estas líneas y quedo a sus órdenes en
esta dirección de correo:
Juan Carlos Zerecero.
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